Hola, ¿quién está ahí?

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Hola, ¿quién está ahí?

COLECCIÓN INFANCIAS
COLECCIÓN INFANCIAS

Agradecimientos

A Viggo y Antonia, mis faros.

A toda mi familia por estar siempre ahí. Un gracias especial a Silvina Simondet, por su acompañamiento y por imaginar esta colaboración (tomando un café en algún lugar de Buenos Aires).

A Daniela Gutierrez y a todo el equipo de Fundación Medifé por su confianza y por apostar a este proyecto.

Y a vos que estás leyendo este cuento.

Agustina Marambio de la Vega

Hola, ¿quién está ahí?

Faltaba poco para las cuatro de la tarde y en el salón de la casa, tirado sobre la alfombra, Oli armaba un rompecabezas, su juego favorito. Se podría decir que era casi un experto, ¡rápidamente armaba hasta los de 100 piezas!

Sin embargo esa tarde algo andaba mal… algo raro, algo distinto: las piezas de ese rompecabezas no querían encajar.

—¡Qué piezas caprichosas!, gritó Oli, por más que intentaba e intentaba no había caso: las piezas seguían sin encajar.

Agarrándose la cabeza, Oli no podía dejar de pensar. Estaba enojado, sin paciencia, confundido y a punto de revolear el juego por los aires. Pero justo antes de que su pie pateara todo, justito ahí… Oli escuchó un sonido extraño. Tan pero tan extraño, que lo hizo saltar hasta el techo, bueno, casi hasta el techo, del susto que se pegó.

—¡Ah no… lo que me faltaba! ¿Qué es ese ruido molesto? ¡Qué mal momento para andar asustando así a la gente! ¿No se da cuenta de que estoy armando un rompecabezas y que no me sale?

Holaaaaa, ¿quién esta ahí?

—Ji ji ji , la la la , se escuchó. El sonido era suave, sonaba bajito y parecía alejarse de a poco. Oli se tapó los oídos.

Con un poco de miedo, porque ¿quién no tiene miedo ante algo que lo sorprende de repente?, Oli dejó su juego de lado y juntando todo el coraje que podía, fue tras ese sonido extraño que parecía no querer callarse. —Ji ji ji, la la la… ji ji ji, la la la…  Y al abrir la puerta, un camino, que nunca había visto en su vida, se extendía hacia el infinito. —¡Qué día más raro!, pensó Oli.

El camino era frondoso. Enormes árboles lo bordeaban y, entre las plantas, el sonido —ji ji ji, la la la… parecía esconderse.

Oli lo buscaba como si estuvieran jugando a las escondidas.

—¡Piedra libre!, gritó Oli de repente… y allí estaba, frente a sus ojos, detrás de una piedra violeta y tres flores amarillas. Observando bien, pudo notar que ese sonido tenía en realidad la forma de una voz. Por primera vez Oli la vio y escuchó fuerte y clara.

—¿De dónde venís? ¿Por qué me asustaste? ¿Por qué me llamaste?

¿No viste que estaba enojado, muuuuuy enojado y no podía armar mi rompecabezas?

Un bombardeo de preguntas salió de la boca de Oli. —¡Tengo cosas mucho más importantes que hacer que andar escuchándote!, agregó.

La voz salió tímidamente de su escondite y con delicadeza le preguntó: —¿Qué te gusta hacer? ¿A qué te gusta jugar?

¿Por qué estás enojado?

Su tono era suave y olía a caramelo de dulce de leche.

Si hubiera sido un concurso de quién hacía más preguntas, seguro ganaba la voz. Oli respondía siempre pero antes de hacerlo pensaba mucho, mucho. Así el enojo se fue yendo.

—¿Y si damos un paseo y charlamos un poco más?, propuso la voz. Un bote esperaba a la orilla de un mar rosado.

—¡Qué día más raro!, pensó otra vez Oli. Y entre ola y ola, entre charla y charla, entre mate cocido y alfajores, la luna aparecía lentamente en el cielo estrellado. El mar estaba calmo y el paseo era agradable.

Luego de navegar un buen rato, llegaron a un lugar que Oli no olvidaría jamás: un enorme faro, gigante y hermoso. Saltaron del bote y treparon a su cima. El faro estaba encendido y su luz llegaba lejos. Todo se veía más claro.

—Ya es hora de que regrese a casa, dijo Oli con un poco de nostalgia anticipada.

—Y vos, ¿dónde vivís?, le preguntó a la voz. Ella lo miró y con su dedo índice tocó el corazón y la frente de Oli.

—Acá y acá... y ahora seré tu faro, se escuchó. Su tono era suave y olía a caramelo..

En el salón de la casa el rompecabezas seguía desparramado por el piso. Oli se sentó frente a él. Con los ojos cerrados, le hizo otra pregunta a su nueva amiga. Ahora las piezas comenzaban a encajar. Y eso se sentía bien.

Nota para los grandes:

Muchas son las investigaciones que nos muestran la importancia del diálogo interior. Aprender a escuchar nuestra «voz» nos ayuda a construirnos, a conocernos, a motivarnos, a pensar, decidir y abrirnos al mundo. Ir a su encuentro no es siempre sencillo, pero si logramos escucharla ella será una buena amiga.

Para hablar con los niños:

¿Te pasa a veces que, sin darte cuenta, estás hablando con vos mismo?

¿Qué te decís?

¿Escuchás palabras lindas? ¿O de enojo?

¿Te criticás mucho?

¿Te felicitás cuando lográs algo difícil?

¿Te das ánimo cuando estás triste?

¿Te hacés reír?

¿En qué momentos escuchás tu voz interior?

¿Le das importancia?

¿Y si escribís algún diálogo que tuviste con vos mismo últimamente?

¿Y si lo dibujás?

Marambio de la Vega, Agustina Hola, ¿quién está ahí? / Agustina Marambio de la Vega. - 1a ed

Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fundación Medifé Edita, 2023. Libro digital, PDF - (Infancias / Gutierrez, Daniela; 5)

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-8437-33-0

1. Literatura Infantil. I. Título. CDD A863.9282

©2023, Agustina Marambio de la Vega

©2023, Fundación Medifé Edita

Fundación Medifé Edita

Dirección editorial: Fundación Medifé

Editora: Daniela Gutierrez

Equipo editorial: Lorena Tenuta - Catalina Pawlow Analía Marquxz

Diseño: Silvina Simondet

www.fundacionmedife.com.ar - info@fundacionmedife.com.ar

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